martes, 26 de enero de 2016

LA HUELVA DESTRUIDA III: EL CONVENTO DE SAN FRANCISO

EL PATRIMONIO RELIGIOSO DESTROZADO


Ya he comentado en la entrada anterior, correspondiente a la calle Puerto, la demolición del que fue Convento de los Mínimos de la Victoria, fundado en 1582.

Pasemos ahora a conocer otra herida mortal en relación al demolido patrimonio religioso de Huelva, en este caso, el convento de San Francisco, echado abajo con verdadera inquina, bajo mi punto de vista, en el año 1964.

Para los que como yo, y que ya he comentado, no nacimos ni vivimos la niñez en la ciudad Huelva, nos resultaba extraño, al contemplar por vez primera a la Virgen de la Esperanza, una de las mayores devociones de la ciudad, o al oir hablar de la hermandad de la que es titular, su denominación como la Hdad de San Francisco. Yo conocí a esta cofradia ya alojada en su propia capilla, en una calle del centro, junto a la plaza Niña (formalmente plaza Isabel la Católica), y por ningún lado hallaba referencia a esa identificación que tanto define una cofradía con el barrio donde se asienta. ¿Qué era pues San Francisco?. En ese momento, aún no sabía que la pregunta correcta no era esa, habia que cambiar el tiempo verbal: ¿qué fue San Francisco?. Con la respuesta caía otro jarra de agua fría, se arrancaba de cuajo otro capítulo que ocupó siglos en la historia de la ciudad, y nos dejaba sin un templo varias veces centenario, en una Huelva que contaba con escasísimas muestras de edificios religiosos.

San Francisco fue el convento de la orden franciscana, levantado en lo que hoy es el lateral del Ayuntamiento, en el año 1588. Toda la información, muy completa sobre el mismo la podéis encontrar en el apartado de "Más información- Los Franciscanos en Huelva"  página personal de Manuel Jesús Carrasco Terriza). Merece la pena leerla detenidamente, asi que solo, y a fin de ilustrar las fotografías que he podido encontrar, daré algunas pinceladas, extraídas de esa fuente bibilográfica.

Ante todo, tenemos que destacar, para situarnos adecuadamente en el contexto, que hablamos de una época en la que Huelva era tan sólo un pueblo más del ducado de Medina Sidonia, reduciendo el zoom, villa del condado de Niebla, y su población en esos años en torno a 1588 no llegaba a 5.000 habitantes. En la villa ya existían las iglesias de San Pedro, y de la Concepción, el convento de las Agustinas y el de los Mínimos de la Victoria. Y a ellos viene a sumarse el de la Orden Franciscana.

Se trató de una edificación externamente bastante sencilla, fiel al espíritu franciscano. La iglesia sería de una sola nave con capillas laterales y cubierta de madera al estilo mudéjar, destacando por su riqueza el artesonado del presbiterio. Lo vemos en la siguiente fotografía:

Convento de San Francisco a comienzos del siglo XX
En la fotografía lo podemos ver en el centro de la imagen. Debe estar tomada desde el Cabezo de la Esperanza, pues el lateral que se ve sería el situado en la calle Palos, apreciándose una entrada lateral al recintom mientras que la fachada principal quedaría en el lado derecho, en la que hoy se conoce como calle Arcipreste González García, siendo precisamente el siguiente tramo de esta calle, una vez cruzada la Gran Vía, el denominado como "San Francisco".  En esos años, no existía aún en el entramado urbano la Gran Vía, ni se habia edificado el nuevo Ayuntamiento.

La portada de la Iglesia era de traza sencilla, situada a un  nivel inferior al de la calzada y flanqueda por dos muros que la constreñían considerablemente.




 

El convento se sufragó en parte gracias al patronazgo, es decir, la construcción de sus capillas a cambio del derecho de entierro en ellas. Y la primera en edificarse fue la capilla mayor, que se concedió a Miguel Redondo, personaje de la villa que habia hecho fortuna en las Indias, y que por aquel entonces residía en Perú. Su nombre lo ostenta ahora la calle donde la mencionada Hdad de San Francisco recibe, entre una multitud congregada en la misma, las mayores muestras de fervor de todo su recorrido procesional. Muere en el viaje de vuelta a España. Su viuda se vuelve a casar e incumple el compromiso de patronato, y éste pasará al capitán, alférez mayor y vicealmirante, Andrés de Vega y Garrocho, otro personaje ilustre de la villa, que será el encargado costear el retablo del altar mayor y la reja que lo separe del resto de la nave. Curiosamente los religiosos le exigirán que en dicha capilla mayor deben descansar los restos de Miguel Redondo.


El mismo será encargado nada menos que a Juan Martinez Montañés, quien ejecutaria la traza y las esculturas, mientars que de las pinturas de encargaría Francisco Pacheco. Sobre este retablo, conocemos su estructura (dos cuerpos y tres calles) y las obras que lo componían: en la calle central se situaba el relieve de la Purifación de Montañés, y en las laterales 2 pinturas a cada lado de Pacheco (El Martirio de San Andrés, La Visitación, Taller de Nazarte y el Nacimiento de Cristo. Por último, ya en el banco que flanqueaba el Sagrario, se encontraban los retratos de la familia de los patronos, los Garrocho.Este retablo termina siendo reemplazado en 1781 por otro de Joaquín Cano, dado el deterioro que presentaba por efectos de la carcoma. Anteriormente, el terremoto de Lisboa de 1755 y otro posterior de 1773 dejaron gravemente dañado el edificio.


El relieve se salva en esta sustituciòn y se traslada formando parte de otro retablo al lado de la epístola de la capilla mayor. De este este retablo sí conservamos documento gráfico, y lo podemos admirar a continuación:




Copio literalmente la descripción de esta bellísima obra de arte tal y como aparece en la web de Manuel Jesús Carrasco:


"La escena de la Presentación de Jesús y Purificación de María se distribuye en cerrado círculo, en torno al Niño Jesús, sostenido por el anciano Simeón sobre la mesa ritual. Figura infantil de olímpica serenidad y majestad divina, muestra su bellísimo desnudo en genial y equilibrado escorzo, que se convertirá en prototipo de las obras montañesinas. El sacerdote, cuyas luengas barbas, talladas con precisión realista y sentido decorativo, significan su ancianidad, aparece ataviado con los ornamentos mosaicos. Seis personajes más rodean al Niño, en suelta y compensada distribución de volúmenes, en actitudes reposadas y serenas, llenas de natural elegancia.


A la izquierda se sitúa la Virgen Madre, con expresión admirativa y gozosa, luciendo amplia túnica color jacinto, manto azul con vueltas alistadas, y velo que, parcialmente caído, deja ver el cabello castaño tallado en ondas. Junto a ella, ocupa su lugar San José, con ropa de caminante. El perfil clásico de su rostro, apuesto y juvenil, revela la grandeza de alma de quien ha aceptado una misión divina de custodio y protector del Verbo encarnado y de su Madre. Tras él, un joven porta el cirio que hace referencia a las palabras de Simeón: «luz para alumbrar a las naciones». En el lado opuesto, una doncella con túnica de abigarrados pliegues es la portadora de la ofrenda de las palomas. De pie, con empaque de matrona, la profetisa Ana, acompañada de otra figura femenina, presencia el cumplimiento de las promesas mesiánica. Directamente heredero de la tradición manierista, la circular composición cristocéntrica resulta a su vez antecedente inmediato del retablo principal de San Isidoro del Campo.


Montañés da una lección de ponderado realismo en la observación y descripción del natural, tanto en la calidad y táctil materialidad de tejidos, como en la tersura de la piel tostada, en los suaves relieves de músculos, de venas y tendones de palpitante vitalidad. Pero al mismo tiempo se eleva a la belleza ideal en las facciones de los rostros y en la singular armonía de las ondas de cabello y barbas. Y, por encima de todo, resplandece la sobria expresión de lo sagrado, a la que sirve de vehículo la escultura, y que convierte a Montañés en el mejor exponente de la renovación artística promovida por Trento."

Fijaos en su importancia, que formó parte del inventario de la Exposición Iberoamericana de 1927 en Sevilla.
Este retablo se ha considerado como el prólogo de la obra de plenitud de Montañés, el retablo del monasterio de San Isidoro del Campo, en Santiponce, realizado por encargo de los marqueses de Ayamonte, y que mostramos a continuación, pues en el caso de este monasterio, sí ha llegado a nuestros días tal y como fue magistralmente ejecutado:


Teniendo este retablo de San Isidoro, dos cuerpos y tres calles, y banco flanqueando el sagrario, es decir, la misma estructura que el de San Francisco de Huelva, nos podemos hacer una acertada idea de cómo fue éste último, imaginando en las calles laterales los cuatro lienzos de Pacheco. 

La desamortización de Mendizábal de 1835, fue nuevamente, con la expulsión de los religiosos y la incautación de los bienes del monasterio, el comienzo del declive hasta el final que le llevaría a su desaparición.

En 1840 el convento se convierte en cárcel, respetando tan sólo la iglesia en la reforma acometida.

Es ya en 1893 cuando se funda en esta iglesia la Hermanda de la Esperanza, y de ahí su sobrenombre de "Hermandad de San Francisco". Incluso desde 1900 a 1919 la Hermandad del Rocío de Huelva estuvo eregida canónicamente en esta iglesia.
 
Titulares de la Hermandad de la Esperanza en la capilla destinada a su culto en la Iglesia de San Franciso.



En 1906, la implantación de la Escuela Siurot en el edificio, acaba por transformar completamente su fábrica, y ni siquiera se respetó la iglesia, ya que se eliminan las cuatro capillas laterales, se hace avanzar el coro, y se desplaza el altar mayor hacia adelante.

Y por último, en 1934 el antaño convento pasa a ser correccional de mujeres, al trasladarse los presos a la nueva cárcel, de bella factura, que todos conocemos en Isla Chica, y que en estos momentos se encuentra, como bien se puede esperar en Huelva, en estado de ruina ante la pasividad de las corporaciones municipales y resto de administraciones públicas.

Pero la guerra civil y la barbarie del Frente Popular los responsable de la eliminación por saqueo e incendio, de todo el patrimonio religioso de los templos onubenses, y es aquí cuando esos bárbaros llevados por el odio irracional del comunismo, destrozan la iglesia y se pierde para siempre el altar mayor, el retablo de Montañés, y se dañan irreversiblemente el resto obras de arte que permanecían. En este caso no fue la piqueta la responsable de tales pérdidas sino el odio irracional y la barbarie del sectarismo.

Finalizada la guerra Civil, en un 26 de marzo de 1943 es la Hermandad de Caballeros Mutilados y Excombatientes,  la que se funda en esta iglesia. En la siguiente fotografía podemos observar el altar de cultos de dicha cofradía en el altar mayor de la iglesia, que no puedo asegurar que fuera el comentado de Joaquín Cano, del año 1781, tras las incautaciones de la desamortización de 1835.







Si avanzamos un poco más, como vemos en la siguiente fotografía (fecha sin datar), ya aparece construido el nuevo ayuntamiento, ya se ha abierto la Gran Vía,y respecto al convento, observamos la capilla del mismo, iglesia de San Francisco, insertada entre la trasera del Ayuntamiento y lo que se evidencia ya como las reformas comentadas en la edificación en el lateral que da a la calle Palos.

Vista de la Iglesia de San Francisco a comienzos de los años 60





Ya en el año 1959 se comienza a rumorear sobre el inmediato derrumbe de la iglesia, de manera que la Hermandad de Mutilados se traslada a la recién construida parroquia de San Sebastián en 1960, mientras que no será hasta 1963 que abandone su templo fundacional la Hermandad de la Esperanza, quedando cerrada la iglesia al culto y en septiembre de 1964 la iglesia y la escuela quedarán definitivamente demolidas.



Y ahora veamos qué nos legaron los cirujanos del urbanismo de mi querida ciudad, después de experimentar con ella en los años 60 y dejarla tal y como la hemos recibido hoy en día. Lo vemos en las siguientes fotografías. Donde se encontraba la portada encontramos ahora una fachada plana a modo de lápida con un arco de acceso en la parte inferior, y una cruz colgada de la misma, con la que se ha tapiado por completo la fachada anterior. Es decir, encontramos otra iglesia, o la misma, después de someterla a una desafortunada operación de estética, que no sólo afecta al exterior, sino a todo su interior:


calle Arcipreste González García. Fuente: google earth

Vista tridimensional de la zona. Fuente: google earth.

Comprobamos que nada ha quedado, salvo que el solar es ocupado por una nueva iglesia de estilo incalificable, y que en en Huelva se conoce como la de los Jesuitas.

Uno quizás llega a entender que el convento fuera demolido en su conjunto como necesidad de más terreno para la construcción del actual Ayuntamiento de Huelva., que no fue el caso. Lo que cuesta entender es que la capilla fuera demolida en su conjunto, para levantar en su lugar otra capilla dedicada al culto. La nueva iglesia y sus modernas formas tras el Concilio Vaticano II. Es esta abominación arquitectónica convertida en lugar de culto la que debería ser demolida por trámite de urgencia. Desgraciadamente pervivirá para mal de nuestros ojos cada vez que pasemos por la calle donde se ubica y recordemos trisetemente dónde asienta su existencia.

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